viernes, 20 de diciembre de 2013

No etiquetar

Hoy me gustaría hacer una entrada en mi blog sobre el peligro de etiquetar a los niños. Ayer me encontré con una madre con un niño pequeño más o menos de la edad de mi príncipe y me decía: 

- ¡Pero que bueno es tu hijo!, el mío es que más malo.... es el peor de todos (en comparación con sus hermanos) 

Lo que me sorprendió fue, que me lo dijeran delante de sus hijos (vale que son pequeños pero se enteran de todo) y que durante nuestra pequeña conversación el niño fuera etiquetado de malo no sólo una sino varias veces.

Y seguramente ese niño acabará siendo malo y además el más malo de sus hermanos, porque será lo que se espera de él y él lo asumirá como normal. 

Por eso hay que evitar etiquetar a los niños, a veces cuesta y no nos damos cuenta de ello, yo por eso evito describir a mis hijos, al menos delante de ellos. 

Es complicado y difícil y reconozco que a veces lo hacemos sin darnos cuenta. Pero los padres tenemos que intentar, que aunque a veces califiquemos a nuestros hijo de algo (tanto positivo como negativo) no hacerlo constantemente ni de forma repetida.








Nuestras expectativas afectan al modo en que nos comportamos ante determinadas situaciones, y así actúan las etiquetas que les asignamos casi de manera inconsciente a los niños. "Eres un vago" "eres malo" "eres desordenado" "eres desobediente" .....

Cuando denominamos repetidamente a un niño de una determinada manera, termina por asumir que es así. Somos una mezcla de genética y entorno y este último nos puede influir potenciando o debilitando nuestras capacidades base.

La personalidad infantil se encuentra en constante cambio, con lo cual, asignar etiquetas es algo tan delicado que podría incluso repercutir de manera negativa en el correcto desarrollo de la misma.

Podríamos pensar que las etiquetas negativas son las únicas que le pueden afectar, ya que generalmente pueden contribuir a un descenso considerable de la autoestima del niño. Pero sin embargo, las etiquetas positivas también pueden afectarle enormemente, pues el definirle con una etiqueta positiva puede resultar un “arma de doble filo”, ya que podrían darse situaciones ante las cuales el niño no pudiera responder según las exigencias de esa etiqueta que le ha sido asignada, llegando a poder experimentar miedo a no estar a la altura de lo que se espera, lo que puede ocasionarle también estrés y ansiedad, viéndose afectada su autoestima. 

Allá por el año 1968 Rosenthal y Jacobson, con el llamado “Efecto Pigmalión” pusieron de manifiesto el peligro de etiquetar a los niños. Su estudio estaba referenciado al ámbito escolar. En resumen, lo que hicieron fue elegir al azar a unos estudiantes y dijeron a los profesores que tenían mayores capacidades intelectuales que otros. De esta manera, se comprobó, que efectivamente los resultados del grupo que se suponía poseía unas mayores capacidades intelectuales, fueron mejores que los del otro grupo.


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